El Canca murió a los 27
Por Santiago Costa
¿Qué significó «el Canca» Juan Carlos Dante Gullo para un sector de la militancia que va desde los treinta y cinco a los cincuenta años? La mayoría conoce su historia personal y también su significación simbólica para el movimiento peronista, pero subestima su impacto histórico generacional.
Nene de antes
La agrupación H.I.J.O.S. en los inicios del kirchnerismo era una máquina de peronizar, aún sin proponérselo. Todos sus objetivos estratégicos se cumplían, como en cascada, bajo el naciente kirchnerismo.
En esa época de «dudas» en el movimiento popular post 2001, varios miraban a figuras como las Madres, las Abuelas, pero aún más a militantes setentistas como Miguel Bonasso, Horacio Verbitsky apoyar al kirchnerismo: eran una brújula. Permitían el beneficio de la duda, para tratar de comprender el momento histórico.
Desde el retorno de la democracia, el peronismo revolucionario contaba con demasiados mártires a cuestas, pero «comandantes» sobrevivientes que no mostraron la menor autocrítica, en una actitud que fue políticamente letal y humanamente gélida para con las generaciones de relevo.
El Canca Gullo fue el setentista con mayor prestigio que sobrevivió: no solo no se quebró -habiendo estado preso ocho años y medio, mientras desaparecían a su madre y a su hermano-, sino que tampoco se corrompió (como sí lo hizo Rodolfo Galimberti). Siguió haciendo política territorial, aquella de la JP de las Regionales, que los fierros montoneros eclipsaron.
Padrino de huérfanos
El Canca -con muy poquitos como Envar El Kadri, Ernesto Jauretche y algunos otros- habilitaba la autocrítica sobre la ruptura con el General Perón en esa fatídica plaza del 1 de mayo (o la muerte de Rucci, o el pase a la clandestinidad, o la contraofensiva) a una generación que necesitaba romper los bronces donde estaban encerrados sus referentes históricos, para poder hacer política de futuro.
El Canca pasó la antorcha, no solo humanamente, contándole cómo eran sus padres a los hijos de sus compañeros desaparecidos (como a Horacio Pietragalla o a Camilo Juárez), sino históricamente, entre Juventudes.
Si después de la muerte de Néstor Kirchner vino «el engorde» de la juventud kirchnerista, el Canca funcionó -junto a otros- como funcionó la CGT de los Argentinos y los cuadros de la Resistencia para la juventud de los setenta (que también tuvo su «engorde»). Fueron la correa de trasmisión histórica, los formadores de nuevos cuadros.
Intuición histórica de dirigente histórico
Juan Carlos Dante Gullo era un polemista feroz, temerario en el debate. Apoyó a Néstor y Cristina en todo momento y fue referencia generosa -como Elvio Vitali o Héctor Recalde– de las juventudes peronistas que confluyeron en La Cámpora.
Jamás cedió a la tentación de criticar por izquierda el proceso histórico, como hicieron otros ex referentes prestigiosos como Pino Solanas o Jorge Rulli en 2008 (para tristeza de tantos), porque él no ponía a «los hombres» por delante del movimiento, como los modestos cargos de diputado nacional (2007-2011) y legislador porteño (2011-2015) lo atestiguan, habiendo tanto ministerio suelto.
El Canca Gullo se murió a los 71 años, lúcido, pareciendo físicamente diez años menos, aún tras haber pasado por lo que todos pasaban al caer en manos de la represión genocida.
Pero el Canca Gullo no se murió a los 71 años, porque aún pertenecía a la Gloriosa Juventud. Los mitos suelen morir jóvenes, para no acumular contradicciones y por eso el Che es más mito que Fidel. Si de mitos juveniles se trata, nada supera al «Club de los 27» del rocanrol.
El Canca vivió 71 años, pero se murió a los 27.